lunes, 23 de agosto de 2010

Puñaladas

Fue una mirada de ésas que, cuando te alcanzan, te apuñalan el alma. La perforan tan profundo que es imposible quitarte las esquirlas. Te dejan estacada de parte a parte, y recuperarse es eterno.

Tenía dos ojos tristes, dos estrellas negras de neón, que te sorbían hasta el alma y te bebían por dentro. Dos soles de sombra tristes, solitarios, silenciosos como dos panteras al acecho. Y la nariz recta y gacha, afilada como una flecha que apuntara a su boca.

¡Ay, su boca! Mostrando una sonrisa triste deseosa de ser querida, mimada, besada. Como un perro apaleado, respiraba nervioso mientras me pedía amor. Y yo, prendada de su ser, se lo regalaba.

Recuerdo su respiración agitada, la necesidad pintada en su rostro, sus pantalones ya apretados, sus manos ansiosas recorriendo mi espalda, mi cara, mi pelo.

Si ya me has apuñalado el alma, apuñálame el cuerpo. Da el golpe de gracia, hazme gritar el nombre de mi verdugo.

2 comentarios:

  1. Puñaladas placenteras. Me gustó el texto. un beso =)

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  2. Me ha gustado mucho.
    Aunque no se si corresponde a la situación exacta que me imagino, está muy pero que muy bien escrito. Me encanta la metáfora genial :)

    Bueno, un saludo y hasta la próxima.

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