martes, 19 de enero de 2010

Omar


Omar estudia física en la universidad.

Tiene los ojos muy oscuros pero muy brillantes. Cuando mira las cosas ve matemáticas. Matemáticas por todos lados. Fórmulas y ésas cosas que yo no entiendo. Y él me las explica, como si fuera un profesor. Y me encanta escucharlo.

También tiene la sonrisa más bonita del mundo, porque cuando sonríe cierra los ojitos como un esquimal y me dan ganas de abrazarlo. Me gusta besar su sonrisa, acariciarla, para que no se le borre nunca. Entonces su sonrisa me regala palabras muy dulces que guardo en una cajita con lazo, para luego abrirlas en recuerdos y maravillarme con ellas.

Su nariz es grande y me encanta. Es una nariz preciosa, muy de hombre, como la de una estatua. Le hace un perfil de señor. No de señor mayor, me refiero a "señorial". Su nariz es de caballero, es severa y recta. Me gusta su nariz.

Siempre está de buen humor, aunque a veces se pone melancólico y le da por echarse laaaargas siestas. Le gusta dormir, remolonear en la cama después de comer hasta mitad de tarde. Dice que está cansado, pero yo sé que lo que quiere es dormir a mi lado. Nos tapamos con las sábanas hasta la cabeza y nos quedamos fritos en un abrazo.

Es fuerte y me gusta refugiarme en sus brazos. Cuando estoy ahí el mundo no existe, y no puedo dormir con otra persona que no sea él. Cuando estoy a su lado no tengo miedo a la oscuridad, ni al Fantasma del Tapón (algún día os hablaré de ésa extraña criatura), ni de Saw.

Es listo, listo, relisto. Más que nadie. Pero él no dice nada nunca porque es muy humilde y no le gusta presumir. Aunque en realidad sí es un poquito "vanidoso" y le encanta que le hagan la pelota. Yo se la hago, pero porque lo siento de verdad. Sabe que si no, no lo haría. Entonces se ríe y me acaricia con sus mejillas. Me dice "aaays..." y yo le sigo diciendo lo bien que toca la guitarra, lo guapo que es y lo mucho que lo quiero.

Por las noches le ronroneo como un gatito y me rasco la carita con su barba de una semana. Me encanta su barba, me gusta recostarme sobre él y acariciarle el mentón con la nariz y con las yemas de los dedos. Cuando hago eso suspira, sonríe y se duerme. Me quedo un buen rato mirándolo dormir y escuchándolo respirar. Y entonces me duermo yo sobre su pecho.

Me gusta mucho cuando se ríe, porque echa la cabeza para atrás y suelta carcajadas muy profundas y muy altas, con los ojitos cerrados. Como si de repente todo en el mundo desapareciera. Me podría quedar horas y horas mirando cómo arruga la nariz y abre la boca para reírse, me podría entretener contando sus dientes blancos de arroz.

A veces bailamos sin música. Cantamos El Reno Renardo, Avalanch y Saratoga. Él coge la guitarra eléctrica y toca mis canciones favoritas, o Dragones y Mazmorras, según nos dé. Yo las tarareo o las canto (las desafino, realmente). Y nos reímos mucho. Acabamos tirados en la cama haciéndonos cosquillas.

Vamos juntos a esgrima, a los mercados medievales a actuar, a dar paseos por el bosque y a cualquier cosa que se nos ocurra. Nos interesan las mismas cosas, y tenemos mucho que aportarnos el uno al otro.

Omar es mi alma gemela.
Con él puedo ser yo misma.
Soporta que lo despierte con un fiero ataque de pellizcos porque soy sonámbula.
Le gustan todas mis chorradas, se interesa por mis cosas, siempre me escucha.
Discutimos sobre quién quiere más a quién, pero por nada más.
Me da besos por el brazo como Gómez a Morticia.

Y lo quiero.

2 comentarios:

  1. Es una declaración de amor sobresaliente. Sin metáforas extrañas, sin lugares demasiado comunes, sin colores ni exceso de azúcar. Simplemente natural, enumerada y sencilla. Es perfecta. :-)

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  2. Me recuerdan a mis Cat y Miguel. Aunque Miguel no piensa en matemáticas, en realidad no le gustan nada de nada.


    (un miau
    con ganas de
    mimos)

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