domingo, 23 de mayo de 2010

pájaro mudo


Aurora era una chica pájaro.

Tenía un bonito plumaje verde esmeralda en sus alas, tonos azulados y brillantes negros, como si fueran de periquito. Su carita blanca relucía con una sonrisa de ésas que convierten a quien las esgrime en niñas, sus ojos de estaño siempre estaban abiertos, atentos a todo lo que pasaba. Aurora tenía luz propia.

Pero Aurora no tenía voz. Había nacido entre tanta estridencia que no sabía cómo hablar: le apabullaban los pitidos de sus congéneres, le molestaban sus chillidos. Aurora no cantaba, no piaba, no gorjeaba ni silbaba. Se dejaba querer y quizás quería, pero en silencio. Se deslizaba lentamente sobre las aceras con los grandes ojos clavados en el cielo, y a veces se sentaba en el suelo a mirar las estrellas.

A Aurora la habían violado por dentro y le habían encerrado el alma en una quesera de cristal. Algunas aves habían picoteado los restos y las migajas que habían quedado y se habían marchado volando, por lo que a Aurora no le quedaba nada que recoger.

Aurora tenía hogar y familia, una preciosa jaula donde nadie escuchaba. Cada uno intentaba cantar más alto que el otro, chillar más, dominar la situación y a todos los que allí moraban. A Aurora se le inculcó que debía bajar la cabeza ante la élite, ante los ancianos, ante cualquiera más alto o más fuerte. A Aurora le robaron su seguridad en sí misma y se la sustituyeron por filosofía barata. Lapidaron su lengua antes de que pudiera articular su primera palabra, le cortaron las manos antes de que pudiera pegar el puñetazo.

Y lo peor es que Aurora seguía con los ojos abiertos, dándose cuenta de todo, sabiendo lo que ocurría, pero perdonaba. Tenía miedo, pero estaba demasiado paralizada para echar a volar. Cantar para no ser escuchada... ¿de qué iba a servir? ¿Alguien prestaría atención a la letra?

Y es que Aurora era muda porque tenía una jaula donde debía tener su lengua.

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