jueves, 21 de octubre de 2010

Con los ojos quemados

Si tuviera una enfermedad degenerativa que me hiciera ir quedando ciega poco a poco...
si la tuviera...
¿Habría alguien que me acompañara a ver toda la belleza del mundo?
¿Alguien me llevaría a contemplar cada paisaje?
¿Alguien me animaría a memorizar el alba, los colores del cielo?
¿Quién se preocuparía por enseñarme el arte del mundo?
¿Lograría retenerlo todo en mi memoria?

Si lo pienso me da miedo el tiempo. Quedarme sin tiempo para ver todo lo que existe, para conocer las cosas hermosas, para aprender cada día algo nuevo. ¿Y si me quedo sin tiempo? ¿Y si me muero mañana, de repente, atropellada por el autobús?

Si supiera que de repente todo lo que conozco desaparecería y me quedaría encerrada en una bola de oscuridad, abriría más los ojos a mi planeta. Disfrutaría aún más de los paseos bajo los árboles, viendo cómo la luz del sol se filtra entre sus hojas creando diminutas ventanas a las estrellas en pleno día.

Haría el muerto en el mar, sentiría las olas meciendo mi cuerpo mientras miro el cielo y retengo sus colores. Me fijaría más cuando el cielo se vuelve verde en el crepúsculo, una hora mágica, como cuando se tiñen de púrpura las nubes.

Hoy desde el metro he visto el cielo abierto sobre el lejano tanatorio, chorros de luz dorada se desparramaban en ésa ilusión óptica que mi ángulo me ha permitido.

Tengo la vista sedienta, quemada de tanto asfalto. Días inagotables, una sucesión de amaneceres y salidas de la luna.

Que alguien me saque de aquí, por favor.

1 comentario:

  1. Miguel garcía dinnbier25 de octubre de 2010, 15:19

    "El tiempo. Lo toman muy en serio y cuentan toda clase de tonterías sobre él. Aunque nunca habrá más tiempo entre el amanecer y el ocaso, esto no es suficiente para ellos. [...] Difaman a Dios y su gran sabiduría dividiendo cada nuevo día en un complejo patrón, cortándolo en piezas. Todas ellas son llamadas segundos, minutos u horas. [...] Es difícil para mí estudiar esta tontería más allá de lo necesario. Pero los Papalagi le atribuyen mucha importancia.[...] Cuando en una ciudad europea ha pasado cierta parte del tiempo, estalla un espantoso y clamoroso estrépito. Al sonar este ruido del tiempo, los Papalagi se lamentan: "¡Terrible, otra hora esfumada!". Y entonces, como una norma, ponen el rostro sombrío de alguien que tiene que vivir una gran tragedia. Asombroso, pues inmediatamente después empieza una nueva hora.[...] Los Papalagi siempre están asustados de perder su tiempo, no sólo los hombres, sino también las mujeres y hasta los niños pequeños; todos saben exactamente cuántas veces el sol y la luna se han levantado desde el día en que vieron la gra luz por primera vez.[...]
    "¿Cuántos años tienes?" significa cuántas lunas han vivido. Examinar y contar de ese modo está lleno de peligros, porque así se ha descubierto cuántas lunas suele vivir la gente. Entonces guardan eso en la mente y cuando han pasado una gran cantidad de lunas, dicen: "ahora tengo que morir pronto". Se vuelven silenciosos y tristes y, en efecto, mueren después de un corto período. [...]
    Los Papalagi intentan ensanchar el tiempo tanto como pueden. [...] Ponen ruedas de hierro bajo sus pies y dan alas a sus palabras, sólo para ganar tiempo.[...]
    Creo que el tiempo resbala de sus manos como una serpiente , deslizándose de una mano húmeda, sólo porque tratan siempre de agarrarse a él. No permiten que el tiempo venga a ellos, sino que lo persiguen con las manos extendidas. No se permite malgastar el tiempo tumbándose al sol. [...] Los Papalagi no han entendido al tiempo, y, por consiguiente, lo han maltratado con sus bárbaras prácticas. ¡Oh, mis hermanos amados!, nosotros nunca nos hemos lamentado del tiempo, lo hemos amado como era, sin perseguirlo ni cortarlo en rebanadas.. Nunca nos da preocupación o pesadumbre. [...] Sabemos que el Gran Espiritu nos llamará cuando perciba que es nuestro plazo, incluso si no sabemos el número de lunas gastadas.[...]
    Cojamos sus pequeñas y redondas máquinas del tiempo, aplastémoslas y digámosles que hay más tiempo entre el amanecer y el ocaso del que un hombre ordinario puede gastar."
    Los Papalagi, de Tuiavii de Tiavea.

    Espero que te haya servido de algo.
    Un beso.

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